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Ceviche (2018)

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 Hoy fue el Día del Ceviche y quisiera compartir con ustedes un artículo que escribí en el 2018 para el portal Liberoamérica. Espero les guste. Chiclayo es una ciudad en la costa norte del Perú, provincia de la región Lambayeque. Tiene un balneario variopinto según el gusto de quienes lo visiten. Ese balneario se llama Pimentel, uno de los puntos fuertes para visitar durante el verano, broncearse la piel, comer rico, pasear, mirar los cuerpos semidesnudos de los bañistas o darse un polvito al atardecer entre tragos y el sonido del mar. Pimentel es bonito, tiene un muelle que hace unos años remodelaron y donde puedes pasear, tomarte fotos,  ‘selfis’  y hacer declaraciones de amor. Es el lugar perfecto para abrazar el ocaso y capturar el abanico de colores que visten el cielo a esa hora en un retrato que selle el verdadero amor. Es el lugar que concentra a todos y nos recibe siempre con el baile de sus olas bajo el sol abrasador. Pimentel  tiene dos zonas: la urbana y la exclusiva; aun a

Quiero cambiar el mundo

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Si antes quería cambiar el mundo, hoy realmente sé por qué quiero hacerlo. Quiero hacerlo porque deseo que mi hijo tenga esa libertad de transitar sin ser asaltado o asesinado. Porque jamás sea juzgado por su modo de vestir, pensar, sentir o actuar. Porque quisiera que vea la real democracia, esa que se le otorga a cada peruano o peruana. Esa que supera la pobreza, que no beneficia a nadie. Libre de repartijas. Porque cuando vaya a sus primeras elecciones presidenciales o regionales, no tenga que elegir entre el menos malo o el que "da igual", sino que cada opción en lista, lo haga orgulloso de ser un buen ciudadano. Porque si él decide hacer política partidaria, sea la verdadera, cuya pensamiento no sea desfasado a la realidad o solo una pantalla para el oportunismo. Porque si decide dedicarse a la política, no piense como yo lo hago en estos momentos "que es un maldito atajo al enriquecimiento a costa del pueblo", "que es lo peor que podría hacer". Porqu

Día 106 - Amantes extraños

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Somos como dos extraños conociéndose, intercambiando sonrisas cuando el espacio común nos ata, y evadiéndose cuando el silencio se apodera de esta casa. Él lava su ropa, también la mía. Yo apago todo y me acomodo en la mesa limpia que he preparado para este momento. Él cuelga cada prenda tarareando una canción. Una vez que termina apaga todo, sale de ahí y pasa por mi lado como un extraño en la calle. Como mirándome y a la vez huyendo de mí. Yo, lo miro de reojo, quisiera no tener su presencia. Él ingresa al cuarto, se viste con la ropa de dormir de siempre. Yo, luzco una manta de lana en modo de abuela que llevo puesta sobre la espalda para soportar el frío nocturno. Él, saca una cerveza de la refrigeradora, coge una copa, se sirve y se va directo a la habitación de los libros. Yo hago lo mismo, saco una copa y me sirvo un vino, es más caliente y amargo para mi paladar. Lo necesito para sudar un poco y adormecerme en mí. Él abre su computadora, se conecta, navega, da un sorbo,

Día 82 - Pesimismo

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Siento como si entre el día uno y hoy hubiera envejecido. Veo entre mis ojos un ceño fruncido y una gran marca de ojeras producto del insomnio. Siento que mi vientre que tanto costó aplanarlo desde el post parto se ha inflado un poco más y de mis costados brotan pliegues de grasa por culpa de esos placeres que D se ha encargado de cumplir para hacer más llevadera la estancia en casa. Creo que si todos los que hemos ignorado o roto las promesas de un cuidado físico desde el inicio de este encierro nos miramos al espejo, notaremos que algo ha cambiado. El cuerpo más flácido, la dureza de los movimientos, la sonrisa cansada, los ojos hundidos, las manos con aromas distintos, la piel más clara producto del enclaustramiento. Es verdad cuando dicen que ya no seremos los mismos. Mientras contemplo la tarde desde esa paz que adorna mi privilegio culposo diría que esa música que la acompaña desde algún hogar divertido hace llevadero mis días. Despertarse y pensar en qué hacer ya no es

La distancia, la salvación

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Si bien no parece un buen tiempo para celebrar, hoy a diferencia de los otros días me daré licencia para ser feliz. Hacerlo costará pero valdrá la pena porque me gustaría que en el futuro, cuando todos estos tormentosos días de incertidumbre pasen, recordar de la manera más completa posible el significado de esa primera palabra que tanto  mencionaremos: feliz. Feliz día de la madre.  Nunca he sido una mujer de fechas. Con el tiempo he aprendido a elegir cuáles considerar, el día de la madre era una de ellas. Agasajar como se pueda a la mía, trasmitirle mi cariño con esa predecible parquedad que me caracteriza, abrazarla, decirle que la quiero en toda la extensión de mis palabras. Trescientos sesenta y cinco días atrás, tuvimos una celebración diferente, salimos, bailamos, brindamos, cantamos. Fuimos a un restaurante peña, esos que tanto le gustan a ella. Qué bonito verla sonreír, qué lindo sentir un poquito de esa retribución. Y aunque haya sido un feliz día de la madre, me

Cuarentena prolongada

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Solo la cuarentena ha logrado que active mis sentidos y vea en el acto diario de escribir un refugio no solo a emociones como el miedo o incertidumbre, sino al caos de lo que significa vivir en la maternidad. Hace casi cuatro meses, desde que me inicié en este papel extraño de “todista”, llamado mamá, que entendí con claridad lo absurdo que es esforzarse por cumplir todo al ritmo esperado. Y entre la resistencia de abandonar mi vida sin hijo y mi nuevo rol, se pasaron rápidamente un par de meses. Vaya que cuesta. Sin embargo, casi todos hablan de lo difícil que es vivir encerrado, de lo complicado y angustiante que es no ir al cine, centro comercial o dar un paseo por la ciudad, o lo duro que será dejar los placeres del fin de semana que incluyen hasta el sexo de una sola noche, que ahora también serán un tanto peligroso. A todos ellos, quisiera decirles que ante esa vida normal, feliz y dichosa que llevábamos hasta hace 52 días, pocos reflexionan que son las madres quienes tuvie

TOC

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Despierto. Voy al baño, me cepillo los dientes, me amarro bien fuerte el cabello, me echo delineador, el único cosmético al que le tengo cariño y que no puedo evitar. Lavo bien mis manos con abundante jabón de ropa por segunda vez. Salgo hacia la cocina, me acerco a la caja de los guantes, me los coloco. Me dirijo a la bolsa de papel donde están las prendas viejas, nuestro mejor atuendo para esta temporada. Las retiro con cuidado, las veo con asco, me las llevo al baño. De verlas me pica el cuerpo, me da ganas de bañarme, pero no. Me quito el pijama con cuidado. El polo manga larga, el short. Los cuelgo en donde siempre para que no choquen con la ropa vieja e insegura. Me visto rápido. Tengo una sensación rara cuando el polo choca por mi cabello, y mucho más cuando cruza mi rostro, tal vez sea mejor elegir una blusa para la próxima vez. El pantalón cada vez se ve más gastado, pero no importa, es lo mejor para esta ocasión. Me miro al espejo, con mis abrazos abro la puerta que d